Monday, July 31, 2006

Un puente a ninguna parte?

Debo reconocer que la idea de un puente sobre el Canal de Chacao me fascinó desde el comienzo, como una de esas ideas colosales que cambian el paisaje de un país y que eterniza la gloria de quienes lo diseñaron. Me hacía recordar un libro fantástico y terrible del premio nobel Ivo Andric, Un Puente Sobre el Drina, que conectaba el mundo musulmán y cristiano que conviven en Serbia. Todo un símbolo de la diversidad, y de la fuerza de las autoridades seculares para unir por muchos siglos lo que las divinidades en algún momento decidieron separar.
Sin embargo, el puente sobre el Chacao me está pareciendo cada vez más un proyecto extraño y lleno de lecturas inquietantes sobre lo que queremos para Chile. Sobre lo que queremos que Chile sea. Utilizando la jerga de moda: cuál es la idea-país que perseguimos.
Cuánto estamos dispuestos a cambiar a Chile con el fin de alcanzar un progreso que asumimos como bueno? Parece que ni siquiera nos damos un momento para cuestionarnos si es siempre bueno parecernos lo más posible a un país de primer mundo y tener obras civiles descomunales, prueba de nuestra irrenunciable vocación de ser desarrollados.
Pero mientras más lo pienso, creo que no podemos desconocer nuestra forma de ser, nuestra historia. Chile tiene que ser lo que siempre ha sido, porque ahí descansa nuestra identidad, y la forma como nos relacionamos con nuestro entorno. En Chile la monumentalidad siempre ha corrido por parte de la naturaleza, no de los humanos. Los mapuches no construyeron grandes templos ni se afanaron mucho en hacerlo porque, para qué tener una construcción de esas magnitudes cuando tienes una cordillera que hace palidecer a las columnatas más magníficas? Qué ciudad imperial podría igualar la complejidad de los bosques, el torrente feroz de los ríos, el sueño imponente de los glariares, la generosidad caprichosa del mar?
No seamos tan ilusos, no sacamos nada con tratar de igualar lo que ya estaba aquí cuando llegamos.
Un amigo me dijo hoy que estaba sorprendido por el hecho de que toda la información disponible sobre el puente se refiere a sus descripciones técnicas: lo largo que va a ser, los estudios sobre la "roca remolino", donde descansaría su pilar central, la cantidad de autos que pasarían, etc. Sin embargo, no hay muchas referencias a las razones por las que necesitamos el puente. Se habla del aislamiento de Chiloé. Pero no es ese aislamiento precisamente el que ha creado una cultura única? Si de aislamiento se trata, no sería más eficiente (más barato) simplemente invertir en la infraestructura de ferries y terminales a ambos lados del canal, aumentar la frecuencia de la conexión, mejorar los sistemas de distribución?
Detrás del afán un poco irracional por seguir adelante con este proyecto colosal hay, en buena parte, una búsqueda por una identidad perdida. Da la sensación de que los ingenieros de Chile no pueden ocultar sus sueños grandilocuentes de un Chile cruzado por carreteras de muchas pistas, por rascacielos y edificios de espejo, por cemento y fierro, por puentes colgantes que nos acerquen más a los rincones escondidos de Chile, y que de paso nos hagan asemejarnos más a países boreales que han demostrado una riqueza material por medio de obras imperiales, con un hálito creador que huele a acero y asfalto.
Es ése nuestro destino? A medida de que avanzamos en nuestro progreso como país, mientras más disponibilidad de recursos hay en las arcas del fisco, mientras el cobre sigue llenándonos de divisas, estamos inevitablemente condenados a perseguir sueños de gran capital, a construir más alto, más lejos, más grande?
Como no tengo una respuesta final y satisfactoria a estas preguntas, me aventuro a recordar una idea ya comentada en otras ocasiones: No nos gusta lo que somos. Tenemos una esquizofrenia básica que nos impide valorar lo que tenemos. No podemos ver la singularidad de nuestra existencia, reconocer que como Chile no hay otro, para bien o para mal. Y por lo tanto queremos ser lo que no somos, queremos ser anglosajones desarrollados y mostrar nuestros esfuerzos de país de fin de mundo y decir "mira, igualito que en Estados Unidos".
Pienso que una alternativa tan válida y tal vez más acorde con lo que somos como país sería despertar de estos sueños de gran potencia, que no nos corresponden, y buscar un desarrollo que sea más acorde con nuestra realidad. Como dicen los mismos gringos que tanto admiramos: "less is more", que en otras palabras quiere decir que a veces una solución de pequeña escala soluciona buena parte del problema, sin generar otros.
Me gusta esta visión de pequeña escala. No nos ahoga en soluciones drásticas o en puentes monumentales, pero al mismo tiempo nos permite ir superando los problemas del subdesarrollo con intervenciones pequeñas pero eficientes. Y de paso dejemos la monumentalidad a la naturaleza.

Wednesday, July 19, 2006

Barriendo debajo de la alfombra

Hay pocas cosas peores que le estén pasando a este país que el conservadurismo ignorante de algunas autoridades.

Leo en los diarios cómo el alcalde de Las Condes quiere cerrar las calles de un determinado sector de esa comuna, dándole derecho de circulación sólo a los que acrediten residencia dentro de él. El fin último es sacar de ahí a prostitutas y travestis que se paran en las esquinas a "trabajar".

Este tipo de medidas es el sello de autenticidad de este tipo de autoridades de la derecha en el Chile de hoy. A saber:
- Defensa del "vecino", como la persona honorable que trabaja de día, duerme de noche, tiene una familia, y no cae en costumbres reprobables.
- Estigmatización de aquellos que no responden a ese molde, amenazándolos con la vergüenza de la comunidad si no respetan los preceptos de una familia católica bien constituida.
- Juicio moral sobre la sociedad y sobre quiénes tiene cabida en ella y quiénes no.
- Reacción represiva frente a los problemas, antes que adoptar una actitud mesurada y aportar una visión más completa frente a fenómenos sociales como la prostitución.

Al alcalde de Las Condes no le importa quiénes son estos travestis o prostitutas que se paran en las limpias esquinas de su comuna. No quiere saber de dónde son, por qué hacen lo que hacen, o si hay otros temas involucrados, como trata de blancas, salud pública, abusos físicos a las "trabajadoras", etc. Señor De la Maza: no se ha puesto a pensar que tal vez algunas de ellas son también vecinos y vecinas de su comuna, que merecen su protección para trabajar (legalmente, dicho sea de paso) en el oficio que han elegido?

Ni siquiera voy a mencionar la evidente contradicción de esta posible medida con las normas constitucionales que (probablemente para desazón del señor Alcalde) dicen que los chilenos tenemos libertad de movimiento en todo el territorio nacional.

Ellas ya lo anunciaron: si nos echan de aquí, nos vamos a la cuadra siguiente. Nada me parece más lógico. Yo haría lo mismo. Y qué va a hacer ahí, señor alcalde? ampliar el area de restricción?
Por qué mejor no ahorramos tiempo y decretamos toque de queda en toda la ciudad entre la medianoche y las 6am? Así nos aseguraremos que todos seamos personas honestas, católicas y respetuosas de las tradiciones.

Impresiones ñuñoínas

El fin de semana aprovecho de apagar el despertador y dormir un poco más. Mi reloj interno pasa de largo y me sorprendo abriendo los ojos de forma natural, recuperando la vigilia lentamente, como velos que se descorren sin prisa, mostrándome poco a poco el día que se abre sin más compromisos que vivir la vida y ejercer mi rol de ser humano.

Luego de levantarme, camino un par de cuadras y voy a la plaza Ñuñoa, con el diario bajo el brazo a tomar el primer café del día. La plaza está partida por la mitad por la Avenida Irarrázaval, como una incisión que la dejó para siempre dividida entre el paño sur, donde los niños se pasan del columpio a correr libremente entre el pasto y los senderos de maicillo, y el sector norte, donde la Municipalidad se levanta como la sede de un gobierno de juguete, aspirando a una solemnidad que no tiene, y que se esconde entre las ramas de árboles encorvados que susurran una conversación antigua sobre tranvías y casas patronales.

A esa hora del día está casi todo cerrado, los cafés y bares duermen la mona de una noche de juerga, de conversaciones gritadas y de encuentros fortuitos. Un señor de edad camina sin apuro frente a La Batuta, sin pensar o importarle que horas antes de su paseo bucólico hordas de jóvenes coreaban las canciones del grupo de moda, y conversaban sin fin, animados por el naciente fin de semana y por la cerveza.

El diario me trae un par de horas de paz y de agradable lectura en el café. Salgo y enfrento el viento fresco de la plaza, mientras me acuerdo que esta misma plaza que hoy luce tan quieta y provincial ha sido escenario improvisado de fiestas de año nuevo y presentaciones artísticas, donde no cabe ya un alma más, donde la mitad son mirones que pasan.

A media cuadra está Irarrázaval, una calle que como un río ha ido creciendo con los años, empujando a los peatones contra las fachadas de las tiendas y restaurantes. Algún día le quitarán sus aires de grandeza, le harán ver que no es más que una línea en la ciudad, y la amarrarán para siempre con una línea de ferrocarril subterráneo. Sólo así se dará cuenta de su vocación de calle principal de pueblo, de remedo parisino del tercer mundo, de paseo dominical sin pretensiones.

Por ahora, paseo. Ñuñoa tiene ese aire de barrio espontáneo, de encuentro de personas que simplemente querían un lugar donde vivir tranquilos. Ñuñoa es un espacio sin complejos, descomprimida de tantos males que afectan al resto de la ciudad. No es particularmente pobre. No tiene la opulencia y excesos de la riqueza extrema. No tiene grandes tacos en la mañana. Todavía subsisten los negocios familiares, como la quesería que está frente a mi casa. Todavía las tiendas de la esquina venden fruta fresca. Los grandes supermercados llegaron pero no han logrado eliminar la sensación de que uno puede abastecerse de lo básico recurriendo a servicios familiares, donde al cabo de un par de semanas de visitas ya se saluda por el nombre.
Caminando de regreso a mi departamento, con el diario ya leído, pienso que hay una fuerza extraña y centenaria que impide la llegada de los malls a ñuñoa, que desentonarían fatalmente con el ajetreo variado pero a la vez armónico de un barrio que se niega a dejar de ser lo que es, que se resiste a caer en un progreso mal entendido y que transforma poco a poco a la ciudad en algo cada vez más impersonal, cada vez más falso, cada vez más alejado de lo que necesitamos para vivir como personas libres, como hombres y mujeres felices.

Wednesday, July 12, 2006

Los que se atrevan a ser ignorantes, un paso al frente!

En una de mis conversaciones de pasillo hoy conversé con mi amigo Tatán quien me contó sobre sus trámites para obtener un certificado de su nacionalidad. El funcionario de turno le dijo que no podría procesar su petición a menos que presentara un documento específico que según él era único y que de no existir no podía hacer nada. Ante tan categórica respuesta, Tatán le objetó que si ese documento se perdía (como era el caso), los certificados no se podrían expedir, nunca, lo cual por cierto es un contrasentido. El funcionario, un poco confundido, tuvo que echar pie atrás y reconocer que en realidad, él desconocía cómo realizar el trámite en ese escenario.
No era mucho más fácil decir que simplemente no sabía? Eso me ha llevado a pensar que en este caso, como en muchos otros, la ignorancia es considerada por muchas personas como un defecto que nos muestra vulnerables, y débiles ante otras personas, pensando que serán juzgados por ello.
Esto se da a todo nivel. Me gustaría escuchar a alguna autoridad diciendo ante inquisitivos periodistas: no sé, he estado preocupado de muchos asuntos de primera importancia y eso que me pregunta no lo puedo contestar. En vez de eso, todos tienen opinión sobre todo.
En los documentos que emite el gobierno se huele esa soberbia que emana de no ser capaz de reconocer la ignorancia ante algunas cosas, de no reconocer que la realidad es infinita en sus matices y que no sólo es imposible saberlo todo, sino que además es algo natural y normal. Tiendo a pensar que las personas de carácter más débil tienen la tendencia a desconocer esto a medida que capturan algo de poder público. Es mejor simular conocimiento antes que admitir ignorancia y confiar en que las propias capacidades personales le permitirán reaccionar de buena manera ante un tema emergente.
Por lo tanto aventuro una teoría: la capacidad de reconocer ignorancia es proporcional al poder público de la persona, e inversamente proporcional a sus capacidades reales de adaptarse a nuevos temas.
Pero esto es una práctica aceptada: el público se siente inseguro si una autoridad (o alguien con un mínimo poder público, como el funcionario que atendió a mi amigo) reconoce que no sabe cómo responder ante una demanda. La responsabilidad por no ser sincero, entonces es compartida, y es por lo tanto un síntoma de una sociedad que no acepta errores, que no es capaz de admitir que el mundo es un lugar complejo y lleno de matices que no permiten tener siempre una respuesta satisfactoria a flor de labios.
Si todos nos pusiéramos de acuerdo en reconocer los límites de nuestros conocimientos, si tuviéramos la socrática actitud de reconocer hidalgamente que nos interesa saber más pero que es una batalla perdida saberlo todo, esta sociedad sería mucho más sana. Además habría un reconocimiento público de que el conocimiento es algo que se busca, que no se posee simplemente por arte de magia al transformarnos en autoridad, y que somos personas tan responsables que debemos mantenernos honestos con nosotros mismos, y apoyarnos en los que saben para hacer mejor nuestro trabajo.
Y sueño con ese mundo. En mi sueño, un periodista se acerca y pregunta al Ministro de las Respuestas:
- Señor Ministro, cómo se soluciona el problema de la concentración de poder en Chile?
- No sé, es algo urgente, pero la realidad ha demostrado que hay que trabajar por muchos años, y no se puede superar en un periodo de gobierno tan corto.
- Señor Ministro, cuál es el modelo de sociedad que el gobierno está ayudando a construir con sus políticas públicas?
- No sé, la sociedad es una realidad tan compleja que el gobierno puede dar directivas, pero la historia del país es una fuerza tan potente que tiene una dinámica que hasta el día de hoy nadie ha sido capaz de describir a cabalidad.
- Señor Ministro, por qué Chile es un país con altas tasas de depresión y qué se puede hacer para superarlo?
- No sé, es un misterio. Todo lo que hay son teorías.
- Señor Ministro, cómo se puede superar la diferencia entre ricos y pobres en Chile?
- No sé. Me remito a mi respuesta sobre la concentración de poder.
- Señor Ministro, por qué siendo Chile un país con una naturaleza increible, no tenemos una preocupación especial por cuidar el medio ambiente?
- No sé. También es un tema central para el país, y no podemos seguir ocultándolo. Hacemos más difusión sobre la importancia del medio ambiente, pero dudo que alguien pueda dar una explicación satisfactoria sobre nuestra contradictoria relación con nuestro entorno natural.
En mi sueño, yo voto por él, emocionado.