Friday, October 20, 2006

El que mucho abarca... no puede ser feliz!

Hace bastante tiempo que no escribo en el blog, y la verdad es que este silencio no ha sido fortuito. A veces es necesario darse un tiempo para no hacer nada y dedicarse a la contemplación, sin la angustia de sentir que se pierden los días que pasan.

Hace más o menos dos semanas atrás, tuve lo que un amigo mío llama una "epifanía", un momento de revelación. Era un viernes. Mi estado de ánimo era realmente bajo, y no sabía explicarme por qué. Yo pensaba que no había razones para estar tan decaído, pero tenía una tristeza que me apretaba el pecho y una desesperanza que me empujaba hacia oscuras percepciones de la realidad.

Entonces, en ese histórico viernes, me di cuenta de todo lo que me estaba pasando. Me puse a pensar en todas las cosas que estaba haciendo, que responden a una lista de cosas que me gustan y que por lo tanto, en teoría, contribuyen a mi felicidad. La lista de actividades, además del trabajo, era más o menos como sigue:

1. Entrenamiento para la media maratón de Viña.
2. Ensayo con el grupo de rock de los 70s los domingo
3. Estudio de alemán dos veces a la semana.
4. Estudio de guitarra clásica (más o menos todos los días).
5. Fútbol martes y sábados.
6. Organización de reuniones del grupo de lectura
7. Mantención de este nunca bien ponderado blog.

Iba a seguir, cuando me di cuenta de que (al menos para mi) la lista era inhumanamente larga! me di cuenta de repente que estaba haciendo un montón de cosas, y que quería hacer bien cada una de ellas. En efecto, son cosas que me encantan, todas por separado, pero comprendí que hacerlas todas a la vez es absurdo y, más aún, totalmente contraproducente para alguien que hace ya un tiempo decidió que la vida es demasiado corta para pasarlo mal.

Entonces, qué conclusión saqué? que tengo que descomprimirme en mi agenda de "cosas que me gustan", porque de mucho hacerlas, llegué a un estado en que el ánimo se me venía al suelo y ya no me podía levantar.

Pero qué podía hacer? para una persona que siente angustia al prender la televisión (por considerarlo una pérdida de tiempo), no es fácil abandonar proyectos como los enumerados. Sin embargo, traté de pensar cómo era yo antes, y recordé el placer de las tardes de ocio en mi juventud universitaria, después de las pruebas y exámenes, haciendo nada, vegetando frente a la televisión, cayendo en una modorra de colores planos, de paz y silencio, sin problemas que resolver, sin desafíos que encarar.

Así que eso fue lo que hice. Después de la pega, en vez de desesperarme por hacer todas las cosas que me correspondía, hice sólo lo que me daba gana. Y si no quería no hacía nada. Por eso, todos los proyectos de entradas a este blog aún duermen el sueño de los justos. Escribí algo sobre el 5 de octubre y lo importante que fue el plebiscito del 88 en mi vida, pero ahí está, a medio escribir. Tal vez lo publique más adelante. Pero por ahora me conformo con este momento de "desintoxicación", y sentirme contento de que cada mañana tengo más energías, me río más y vengo a trabajar con más ganas.

Nada vuelve a ser como fue, pero tal vez algún día recupere eso que una vez tuve, la inocencia y la capacidad lúdica del que todo lo espera. Como cuando con mis amigos de la universidad me juntaba y caíamos en discusiones eternas sobre nuestro tiempo, y nos prometíamos a nosotros mismos las glorias del mundo, pasando como en un mismo territorio desde lo académico a la poesía y a la conversación sin objetivo, a lo absurdo como expresión estética y feliz de un universo que aceptabamos por lo que era: caótico, sorprendente, hermoso. Cuando, en fin, entonábamos a voz en cuello los versos de Parra: "Viva la Cordillera de los Andes!, muera la Cordillera de la Costa!". Cuando no necesitaba listas de cosas para sentirme bien, cuando vivía sin pensar y todo, todo tenía sentido.

Tuesday, October 10, 2006

Faithless

Esto ocurrió hace algunos meses. Una tarde de fin de semana, fui a mi video club a buscar una película. Sin saber bien qué quería ver, tomé casi por descuido varias cajas, sin saber bien qué elegir. ¿Por qué finalmente me decidí por "Faithless" de Ingmar Bergmann? No sé. Realmente no se ajustaba a lo que cualquier ser humano quisiera ver un sábado en la tarde. La película prometía un guión tan denso como de buena calidad, y no me defraudó.
En la película, una relación matrimonial es abruptamente interrumpida por la infidelidad de la esposa con el mejor amigo de su marido. No es una infidelidad simplemente carnal a lo Hollywood. Es un reflejo de la búsqueda desesperada de la felicidad, que en el mundo amargo y desencantado de Bergmann es como un caminar ciego en la oscuridad.
Todo es contado como un libro, escrito por un solitario escritor que en sus postreros años se dedica a narrar esta historia, que es la historia de su vida. Los personajes entran en una vorágine de traiciones y de sentimientos cruzados, que los superan y crean un mundo de sufrimiento que es tan intenso como auto-creado. Huérfanos de referentes inmanentes y religiosos, se ven envueltos en una encrucijada de la que no son capaces de salir, sin caer en la más total autodestrucción. En un mundo sin el Dios prometido por la cultura protestante y su moral asociada, todo lo que queda es uno mismo. Y eso no es suficiente para salvar las contradicciones del alma humana, sus debilidades y fallas.
La película es magistral, y aunque me puede haber amargado un poco mi sábado ya lejano, es una historia terrible y magnífica sobre las debilidades humanas, sobre cómo algunos tienen escrito en la frente la soledad de los años, y cómo la búsqueda de la felicidad en un escenario donde los hombres y mujeres están abandonados a su suerte en un mundo desencantado, trae en sí mismo el gérmen de la miseria, la decadencia y la condena a una vida de recuerdos amargos y de oportunidades perdidas a manos de las propias debilidades.

Tuesday, October 03, 2006

Luces y sombras del presupuesto

Yo vi a Velasco. Se sacó la careta de efigie helénica e incluso dejó de lado esa sonrisa burlona que se pinta todas las mañanas para dar a conocer por fin lo que muchos queríamos saber: en qué vamos a gastar (o invertir) la plata del cobre.

Los días previos ya se había generado un debate, que una vez más desilusionó por lo pobre: o bien eran ideas aisladas y un poco excéntricas (partiendo por lo dicho por la Ministra de Defensa de dar créditos blandos a Haití) o bien se centraban simplemente en un tema de cuánto se va a gastar, como si la pregunta de en qué ya estuviera resuelta.

Aparentemente ya estaba resuelta. La cuenta de Velasco fue contundente y magnífica. Magnífica en el más profundo sentido de la palabra. Magnas cifras, magnos aumentos porcentuales, magnas palabras. Quiso dar una sensación de que arriba había gente que estaba muy segura de lo que estaban haciendo, y lo consiguió.

Primero parto por las luces. No podría estar más de acuerdo en lo obvio del presupuesto: el tremendo gasto social es lo que había que hacer. No hay muchos misterios en eso. Nadie podría dudar que en un país como Chile, donde la desigualdad en la distribución del ingreso es atroz, hay que tomar medidas urgentes para hacer un poco de justicia y no conformarse con reducir la pobreza, sino que hacer que el trabajo sea efectivamente fuente de bienestar y no sólo de subsistencia como es ahora.

Pero todo lo demás guatea. Y no es por ser negativo, pero el presupuesto está empapado del mal mayor del gobierno: la falta de una dirección, la ausencia de un "espíritu" que guíe las acciones del país, y que marque una ruta original, que refleje una visión del país que se quiere.

Las palabras de Velasco son interesantes: compara la situación actual con la época del despilfarro del salitre, a comienzos del siglo XX. En esa época, como dice el Ministro, se construyeron palacios, nos disfrazamos de algo que no éramos, y nuestra aristocracia de tonos menores se fue de shopping a París pensando que bastaba con oler a perfume francés para ser europeo. Todo en el momento más trágico de la cuestión social, con una miseria que era varias veces más terrible y profunda que la de ahora.

El Ministro dice que hoy, por fin, vemos la luz al final del túnel del subdesarrollo. Que depende de nosotros salir de este estado que ha sido nuestra condición histórica y convertirnos en país desarrollado, codeándonos con los grandes del sistema internacional. La diferencia con la época del salitre, entonces, no son los objetivos. Todavía queremos parecer europeos. Lo distinto es que hoy tenemos más plata aún y estamos dispuestos a invertir en serio para hacerlo.

Ser potencia agroalimentaria, exportar salmones y madera, ser potencia minera, son objetivos que ya están. Un gobierno debiera ser capaz de tomar lo que ya existe y darles un sentido de unidad, demostrar que están ahí para liderar una sociedad hacia un nuevo nivel de desarrollo en que no sólo valen las mediciones de ingreso per cápita y la capacidad de inversión.

Se gasta en lo social, y está muy bien. Se sabe construir casas, y cada vez mejor. Hay más y mejores hospitales, y está muy bien. Se invierte en educación, que es muy positivo y necesario. Pero el panorama empieza a oscurecer cuando llegamos a temas nuevos donde se requiere de una propuesta audaz, como la innovación, por ejemplo. Da la sensación de que el gobierno arroja recursos a un área que reconoce como importante, pero donde no sabe muy bien a dónde dirigir. Confiado de que aumentando la asignación de fondos a CONICYT se produzca más y mejor ciencia, como por arte de magia.

Donde está en este presupuesto el compromiso y la deuda social de Chile con sus poblaciones indígenas? Dónde están los planes de innovación energética? dónde está el medio ambiente, que es central para el desarrollo del país? que tipo de sociedad quiere el gobierno para el país? No basta con decir "queremos una sociedad más justa, más solidaria, más democrática, más participativa". Eso es poesía. Cuál es la estrategia del gobierno para desarrollar a Chile?

Al final de la cuenta de Velasco queda la sensación de que el gobierno sabe sumar y restar, pero que no tiene imaginación. Que ha tenido una suerte envidiable al encontrarse con una bonanza del precio del cobre nunca antes vista, pero que no ha sido capaz de pensar en grande y lanzar un gran proyecto país equivalente. Mucha plata, gastada de forma conservadora, sobre la base de pocas ideas.

Por eso, al final de su discurso soy yo el que esbozo una sonrisa irónica cuando el Ministro dice: "no sólo vamos a gastar más, vamos a gastar bien". Confiemos en la buena fe y en la suerte del Ministro.