HOMO LUDENS
La verdad es subjetiva. Esta es la mía.
Friday, March 11, 2011
Serpiente de cascabel
Como en toda batalla, hay un momento en que parece todo perdido. Al inicio el libro describe un momento de desolación, donde Cascabel (el personaje - mito) está en un momento de abandono, de desorientación, como un tobogán que baja en círculos hacia una oscuridad húmeda, sin apuntar claramente a ninguna parte. Pero todo conduce a una salida de este momento oscuro, y pronto Cascabel llega a un punto en que las piezas comenzaron a encajar y tomar una forma precisa.
Y todo gracias a la cocaina.
La cocaina hace que todos los personajes se humanicen. Dejan de ser seres mágicos salidos de un crisol mestizo celestial y se transforman en personas de carne y hueso, con sentimientos, con proyectos y con ambiciones. Aunque aún así, hasta la última página del libro, me parecerieron todos algo fuera de la realidad, con poco de pasado y menos de futuro, y sobre todo relacionados entre ellos en una clave fija, como si la amistad que los une fuera algo definido desde siempre y para siempre, con formas de interactuar que no cambian nunca, ni en el tiempo ni en el lugar. Una perfecta armonía que a mi, dentro del sabor del triunfo, me parece mágica pero también un poco sospechosa.
Parece que les hubieras dado la libertad para hacer lo que quisieran, sin darles explicaciones a nadie. Y eso es un gran triunfo, porque lo logras con honestidad y sobre todo creando un mundo creible. Requiere algo de complicidad con el lector para que crea que efectivamente cuatro tipos pueden cruzar el continente haciendo las locuras más absurdas sin que nadie los tilde de locos, o sin que nadie se ponga en su camino, o les impida salirse tan brutalmente de esta realidad que tú y yo vivimos todos los días, con monedas en nuestros bolsillos, con calendarios y boletas de fin de mes.
De acuerdo, aceptemos que las realidades son construidas y que el único continente que te ofrece la posibilidad de construir la tuya propia, de cambiarle impunemente el nombre a los lugares y a las cosas, de intervenir la realidad creando una nueva, es América Latina. Lo acepto. Pero si en algo tengo que discrepar es que en nuestro contienente todos esos intentos no son triunfos como en la experiencia de la caravana, sino que siempre terminan por ser expediciones trágicas, abatidas a golpes por el sistema intolerante, por el peso de la noche, por las instituciones que blanden sus leyes como espadas para cortarle la cabeza al que se le ocurra crear estados dentro del estado.
Me da pena el hecho de que la provocación constante de la caravana por crear una realidad propia, un mundo en una isla, que toda esta revolución testimonial haya sido destruida por un accidente contra un barco, en vez de ser perseguida y destruida (como seguramente el modelo latinoamericano predice) por la mano letal de la ley napoleónica. Tal vez se merecían un final más trágico, más violento, más redentor.
Me da pena porque creo que el secreto del triunfo de la novela está en el hecho de que hay una profunda honestidad en Cascabel, que creyó en las pamplinadas de sus compañeros de viajes, y se enamoró de la mujer más fatal que seguramente podía encontrar. Cómo se hace para enamorarse de una cocainómana, arrogante, promiscua, bipolar, engreida, vanidosa, por muy bella que sea...? El amor es irracional, pero no había que exagerar tanto!
Pero vuelvo a la honestidad de Cascabel. Digo honestidad pero en realidad quiero decir "fe". Cascabel tiene fe en el grupo. Y en esa fe se le va hasta el último girón de su humanidad. Tiene fe además en que todo el sinsentido que viaja sobre el Bugatti en realidad tiene mucho más sentido que la realidad que está afuera del auto, y todo lo que va dentro de él, en cambio, tiene la potencia para iluminar la carretera-serpiente y el mundo.
Y no es casual hablar de fe, Santiago, porque hasta un ateo como yo puede ver que hay una clara lectura bíblica de la novela. Cuántas veces comparaste la carretera Panamericana con una serpiente, fuente del pecado original? Para mi, estos personajes salidos del tiempo son especies de profetas, que se encuentran casualmente en medio de la selva (símbolo del paganismo, de las creencias del mundo?), luego de un período en que Cascabel está inmerso en una ruta sin norte (las primeras 50 páginas), de confusión y de aparente abandono y derrota ante las crisis de la vida terrenal (ruptura matrimonial, soledad, vicios, etc.).
Recorrer la serpiente, la portadora del pecado es también un símbolo de la redención, un viaje hacia nuestra esencia como seres humanos libres de todo mal y desde ese punto de vista, superiores a toda moral... como Max, como Ivonne, como Jerónimo. Hay un momento de duda, cuando se descubre el saco con cocaina en la maleta, como un pecado original del cual al final del viaje tendrán que deshacerse.
Jerónimo se empina una mamadera tras otra aludiendo al regreso a la infancia y por lo tanto a los orígenes más ingenuos y más libres de pecado. Cascabel calla y observa desde lejos, porque su momento aún no ha llegado, no puede ser uno de ellos. No es sólo al final cuando Cascabel toma él también de la mamadera de Jerónimo?
La carretera es una serpiente que tiene un fin. La cabeza de esta serpiente-cascabel está en Chile, mordiendo una manzana grande y roja que se llama la ciudad de Santiago. Llena de pecado, y excesos, el templo sagrado de la anti-caravana.
El Director de spots publicitarios tortura al pobre Cascabel como el mismísmo Salvador es tentado por el demonio en el desierto! Cascabel, igual que el paradigma bíblico, logra superar la prueba y escapa de las tentaciones.
Aquí la figura redentora es naturalmente Isidora. Isidora se une al final del viaje, llevando con ella la conciencia de la salvación y dando a todo un sentido de inmanencia. Pero ella (como Jesús) también tiene que sacrificarse, y volver a Santiago, porque se acaban sus vacaciones. Ella no quiere, es un sacrificio basado en el amor más total hacia su padre pero también hacia los otros miembros de la caravana. Y los redime, para que enfrenten finalmente el desafìo de sus vidas, armados sólo de su libre albedrío.
Ya te dije que el final me parece un poco un anti-climax, tal vez yo esperaba algo más trágico, algo que hablara de la derrota de la caravana, no un accidente que los mate a todos... pero esa es sólo mi opinión. El triunfo de haber inventado esta estructura innegablemente sólida y coherente es dulce y lo precipita a uno a través de las páginas hacia el final del libro como un tobogán esta vez abierto y concreto, con el olor de los mares del sur, con la humedad de los canales magallánicos. Y finalmente con la incerteza de un mundo que sobrevive a su propia irrealidad, y que no sabemos si es el real, o es una pura invención. Pero ese mundo inventado por los miembros de esta caravana mística, está siempre ahí, como una sombra, como un umbral nunca atravesado, al alcance de la mano. A veces, en la normalidad de los días nuestros, se aparece durante segundos, como un recuerdo fugaz, pocos segundos de un día, o en las páginas de una novela, pero que sobre todo luego de leer el libro y saborear su triunfo ciego, recuerdo que está dentro de nosotros mismos, esperando eternamente que lo rescatemos y que nos llenemos la boca de su dulzor continental.
Thursday, December 17, 2009
La bella Italia
El gobierno dice que es víctima de la confabulación de los medios de izquierda, y que éstos apuntan sus dardos despiadadamente contra el gobierno de Berlusconi... quien sin embargo es dueño de la mayoría de las redes de televisión y controla buena parte de las redes estatales...!?!
Un loco aparece entre la masa enfervorizada de seguidores del Premier y le rompe la cara con una miniatura de souvenir del Duomo de Milán. Y aunque el agresor no tiene ninguna vinculación con grupo político alguno, el gobierno también culpa a la izquierda y a sus "terroristas de la información" de haber provocado el acto. "Responsables morales", dicen.
El Presidente de la Cámara de Diputados es del mismo partido de Berlusconi, pero a la vez es su peor enemigo, representando opiniones que son propias de los partidos de izquierda. El Presidente de la República, un antiguo comunista, interviene todos los días para llamar a la calma y defender las instituciones.
Berlusconi dice que la anomalía italiana es que hay un "partido político de los jueces (de izquierda)" que busca impedir al gobierno de gobernar.
Los partidos de izquierda dicen que la anomalía italiana es que hay un Jefe de Gobierno que por el hecho de dirigir un partido elegido por el pueblo, piensa que está exento de cualquier control de parte de los órganos del Estado...
El Jefe de Gobierno, que cuenta con el respaldo popular, tiene pesadísimas acusaciones en su contra: de mafia, de corrupción, de robo, de lavado de dinero, de uso indebido de fondos públicos, de... Lo que es peor, hay fundados elementos que hacen pensar que estas acusaciones no son hechas a la ligera. Y nada de esto afecta su popularidad.
Italia es un país desarrollado. O mejor dicho, un país desarrollado en vías del subdesarrollo. Si no fuera por la base industrial en algunas regiones (sobre todo al norte), Italia no estaría en el G-8 sino que en el G-77. Aún así sería el país más bello del mundo.
Y la mafia. Fuera de Italia se subestima el peso que tiene la mafia y el crimen organizado en el país, que si fuera considerada una empresa, sería la entidad económica más importante de Italia. Sin mencionar el hecho de que la mafia tiene una presencia en el tejido social (sobre todo al sur, pero igualmente extendido en todo el territorio) que hace casi imposible extirparla. Está en todas partes y en ninguna, porque se basa en una forma de relacionarse socialmente, en la construcción de redes de influencia y de lealtad que en algún momento termina por dedicarse a actividades ilícitas.
Como dijo uno de los poetas más importantes de la literatura italiana, en este país los representantes políticos crean programas para fomentar el bien general, pero los usan para sus beneficios privados.
"Italia es una muy buena idea", dijo otro. Un genovés es lígure antes que italiano, como dice Verdi en la ópera Simón Boccanegra. Un romano es romano antes que italiano, un veneciano es véneto antes que italiano, y la lista sigue hasta completar las 20 regiones de la península. Entonces, quién es realmente italiano? Existe la identidad italiana? Qué diablos es esto que llamamos Italia?
Wednesday, November 11, 2009
Encuesta CEP
Qué dice? que somos conservadores y que probablemente ya estamos acostumbrados a tener a la concertación en el gobierno, que por cierto ha hecho muchas cosas buenas. Sin embargo, hay una fuerza contenida por aplicar algún castigo por todas las cosas malas que han hecho los gobiernos de la concertación. Que son muchas, pero casi todas caen en la misma categoría: El anquilosamiento de las estructuras de poder y de nombramientos, que lleva necesariamente a pensar que se gobierna por derecho propio, pecado fatal que se manifiesta a través de la arrogancia de los mandos medios y de los apitutamientos descarados que se repiten sobre la base del amiguismo y no de los méritos.
La encuesta me deja con la sensación de que la gente es como un padre justo que quiere darle a la Concertación los buenos correazos que se merece por tanta irreponsabilidad en el manejo del poder, pero no sabe cómo ni dónde, y probablemente teme que el castigo le duela más en carne propia a él que al castigado niño de centro-izquierda, tan malcriado y malacostumbrado a tener al alcance de la mano la caja de dulces de la repartija de cargos y a ser mayoría en el parlamento.
Marco Enríquez parece encarnar ese deseo de castigo desde adentro, desde la juventud ignorada. De no ser porque él mismo es un joven ignorante, sería casi una solución perfecta. Por suerte la gente no es tonta y no va a permitir que ME-O sea más que una moda.
Frei. Nuestro querido Frei, tan fome y tan estable. Esa figura como el Dios Jano de los antiguos romanos, con dos caras que miran al pasado y al futuro. Una cara de gobernante sin sorpresas y que buscará un desarrollo del país tranquilo y pausado, como un paseo de domingo por la Quinta Normal. Y al mismo tiempo de un aburrimiento insufrible. La risa es una visita extraña en su cara de tótem apache, el tiempo, las empanadas y el puré picante se han preocupado de darle una fisonomía cada vez más descuadrada, que de alguna forma lo inhiben aún más a un debate confrontacional para el que no tiene condiciones naturales.
Más allá del tema de los indultos, que forma parte de sus convicciones valóricas (por lo que de lo único de lo que se le puede acusar es de haber sido consecuente con sus principios sin importar los costos políticos que él sabía que iba a tener, cosa que es en sí algo escaso y a mi juicio loable, fin del paréntesis), creo que Frei sería un buen presidente, mucho mejor que cualquiera de los otros dos. Frei tiene madera de gobernante, un tipo calmo y con un innegable liderazgo político. Capaz de armar equipos y de sacar adelante a la Concertación para darle estabilidad a Chile sobre la base de un programa de gobierno coherente.
Pero sigue pendiente la deuda del padre castigador. De alguna forma el correazo va a caer, y a muchos tendrá que dolerle. La pregunta es cómo se va a manifestar ese castigo físico en el cuerpo policromo de la concertación. Naturalmente hay dos opciones:
La primera es que después de 20 años, la concertación pierda las elecciones. Sería un batatazo del que saldrían muchos heridos. De hecho yo personalmente no veo a la Concertación recuperada luego de una derrota electoral. No la veo como una unidad en la oposición. Sería un terremoto de realineamiento de fuerzas que probablemente nos devolvería a la política de los tres tercios, en espera de algo mejor.
La segunda opción es que Frei le prenda un candelabro a cada santo del catolicismo, viaje a La Meca y se encomiende a Buddha, y finalmente gane la elección con un suspiro de diferencia. No por nariz, ya que en su caso sería ganar por lejos. En ese caso, nuestro ex-Presidente tiene la obligación moral de pasarle la cuenta a la Concertación por todo lo que ha hecho, y por llevar a toda la centro izquierda a este punto absurdo de la historia política. Absurdo porque no sé cómo explicar que un gobierno de una coalición reciba la aprobación del 80% de las personas, y no sea capaz de traspasar esos votos a su candidato, y que además sea el centro de escándalos, corrupción, desorden en los nombramientos, mediocridad de la dirigencia, y que como si todo esto fuera poco, a las elecciones presidenciales tiene la desfachatez de llevar no un candidato para continuar "la obra" de la coalición, sino TRES candidatos que se encargan de fagocitar de las desgracias del otro.
A primera vista, la segunda opción pareciera la mejor. Sin embargo, Frei tendría que hacerlo como una iniciativa voluntaria en un gobierno de cuatro años, luego de una campaña presidencial tremendamente desgastadora. Sería una empresa difícil. Me pregunto si no sería mejor asumir la pérdida y de una vez por toda aguantar el vendaval de un gobierno de Piñera, que de una vez por todas le de la opción a la derecha de estar en el poder. Sería un escenario extraño en un Chile en que el poder económico, el de la prensa y el gobierno están en las manos de un sector político. Extraño por decir lo menos. Terrorífico por decir lo justo.
La encuesta CEP me deja con un sabor a inquietud grande. El trago amargo de un gobierno de Piñera tal vez sería el correazo que todos nos merecemos. Aunque sea corto y se acabe a los cuatro años. Pero no me resigno. A tener a la UDI en el gobierno, a tener a un presidente-empresario...
Tal vez deberíamos todos encomendarnos a los santos y a Buddha, y que nos den un poco de luz en estas tinieblas en que nos deja la encuesta CEP. Porque los ciudadanos simples y normales como yo, creo que ya no nos quedan otros recursos para confiar en que el futuro de nuestro Chile está a salvo.
Wednesday, November 04, 2009
Cuando escucho la palabra consenso, saco mi pistola!
Y por esa razón las elecciones se ganan por estechísimos márgenes, siguiendo más bien las leyes de la estadística. Si en una superficie tienes dos concavidades más o menos igual de profundas, y dejas caer pelotitas al azar, entonces se van a distribuir bastante uniformemente. Es lo que dice la estadística y es lo que pasa en la práctica en todas las elecciones que he mencionado.
Lo que a mi me molesta es que los candidatos, prisioneros de la ambición por conquistar el poder político, no se atrevan a ser distintos, o dicho de otra forma, no se atrevan a mostrar que efectivamente son distintos unos de otros. En cambio se quedan en esta maraña de lugares comunes y frases que no significan mucho y que los electores tenemos que soportar día a día en medio de esta campaña electoral.
Yo sé que Piñera, Frei y MEO son distintos entre sí. Sin embargo, si me ajusto a lo que ellos proyectan, veo que nos aproximamos a un empate técnico que nos va a dar un gobierno débil y gastado desde el comienzo. Ojalá los candidatos discreparan un poco más. Creo que a estas alturas sería la única forma de salvar ese bendito animal que tanto nos ha dado: el consensus chilensis.
Tuesday, November 03, 2009
No más acciones, queremos palabras
Alguien por ahí decia que lo ético y lo estético eran dos caras de la misma medalla. La etimología dice otra cosa, en realidad son palabras que no están emparentadas. Pero como una unión de amigos, son (o deberían ser) una alianza poderosa. Lo ético es estético, y viceversa. En otras palabras, hacer lo correcto no sólo es justo, sino que también es bello.
No puedo dejar de pensar que ciudadanos como yo desencantados de los asuntos públicos de Chile necesitamos sentir que no sólo tenemos un gobierno eficiente, sino también un gobierno que ofrece una visión hermosa del futuro de Chile. Que no se deja doblegar por las conveniencias de lo inmediato para sacrificar lo correcto. Todos dan por asumido que hacer un buen gobierno es el medio para ganar una elección y acceder al poder, o bien para mantenerlo. Qué feo.
Pero cierto. Cualquiera que haya tenido la suerte y el privilegio de presenciar el triste espectáculo de escuchar a los políticos fuera de las cámaras, se da cuenta de que sus motivaciones no tienen nada que ver con la ética, sino simplemente con una ambición de poder y con un egocentrismo patológico. Los discursos, las peroratas en el parlamento y las frases hechas que disparan a través de los micrófonos de la prensa no son más que medios para cosechar aplausos fáciles y para demostrar (o aparentar) inteligencia y liderazgo.
"Los invito a soñar", le he escuchado decir a más de uno. Para seguir con una catarata de lugares comunes y sin ninguna originalidad vuelven a plantear ideas de corto vuelo. Suficiente para ganar la elección del mes que sigue.
Tal vez podríamos hacer una terapia de grupo con los políticos. Por ejemplo, hay un juego para cuando uno está muy aburrido, que se llama "poesía magnética", y consiste en hacer frases con palabras sueltas, cada una en plaquitas magnéticas que se pueden ordenar como uno quiera. Se puede unir por ejemplo "viento" con "madrugada". Por supuesto sale algo poco original, pero indudablemente bello.
El mismo juego se podría hacer con el tema del futuro de Chile, en vez de la poesía. Pero qué palabras tendrían que estar en las plaquitas magnéticas?
Propongo las siguientes: País - Multicultural - Bosques - Cordillera - Jóvenes - Crecimiento - Medio ambiente - Futuro - Energía - Campos - Ciudades - Puertos - Internacional - Idiomas - Salud - Hospitales - Escuelas - Recursos del Mar - Sociedad del Conocimiento - Distribución del Ingreso - Impuestos - Centrales Nucleares - Prioridades.
No more cars
Los amantes de mascotas lo deberían saber. Cuando uno tiene un gato, tiene que comprar una serie de cosas que hacen que el peludo amigo se sienta a gusto: un lugar para el baño, arena para el baño (que debe ser removida para asegurar un ambiente limpio), comida para gato, un lugar para dormir (ojalá lejos del baño), agua fresca, pelotitas para jugar, etc. Es decir, cosas que hacen que un gato sea un gato. Cosas que lo definen en su naturaleza.
Qué tiene que ver esto con los autos? mucho. Porque mi conclusión después de mucho pensar en el tema es que los autos no forman parte de nuestra naturaleza como humanos. Si los humanos fueramos mascotas de otros seres más fuertes e inteligentes que nosotros, nuestros amos no pensarían siquiera en comprarnos un auto para que podamos expresar nuestra condición humana.
Afrotemos la realidad: los autos no son necesarios. La ropa es necesaria. Una casa es necesaria. Comer bien es necesario. Cultivar los gustos, aprender cosas nuevas, tener amistades. Esas son cosas necesarias.
Por supuesto que el agricultor que tiene su cosecha lista para ser llevada al mercado necesita un camión o algún medio de transporte eficiente para hacerlo. Y los niños que son llevados en el bus escolar todas las mañanas es también un movimiento de personas que requiere de algún medio de movimiento. Tal vez debería ser más específico: el auto de uso personal es innecesario. El manejar todos los días a la oficina por ejemplo es algo que hace un tremendo daño a la ciudad y por añadidura a todos.
No voy a referirme a los accidentes, que ya son una razón importante para evitar los autos particulares, ni tampoco a los atochamientos y al ruido que generan, al stress que significan, al costo de mantención, y muchos otros problemas que son inherentes al automóvil.
El auto tiene otros costos asociados que son mucho, mucho más graves. El auto nos impone un estilo de salud que a la larga es pobre. La gente ya se ha olvidado que la forma más natural de moverse de un lugar a otro es caminando, que si se asume como costumbre, es la mejor forma para mantenerse en un peso normal. Es algo evidente, pero las personas no parecen darse cuenta: el auto engorda.
La contribución del auto a la contaminación atmosférica es más reconocido, pero no por eso menos grave. El auto está en la base de la llamada "economía del petroleo", que ha sido la causante de la situación actual de gases con efecto invernadero, exceso de CO2 en la atmósfera y una contribución muy significativa al cambio climático. Y mientras esto sigue ocurriendo, seguimos usando el auto para todos nuestros movimientos.
La economía del petróleo por otra parte, tiene sus días contados. Yo espero verla desaparecer antes de desaparecer yo. En un horizonte de 30 o 40 años, los medios de energía con los que movemos las máquinas que a su vez nos mueven a nosotros, deberán ser reemplazados con otros que (todos tenemos la fé) sean más eficientes y más duraderos. Pero por ahora, tenemos que resignarnos a vivir en este mundo petrolizado y cuyas consecuencias son cosas tan cuestionables como las guerras de Irak, el ascenso del mundo árabe (rico en petroleo), Hugo Chávez, el cambio climático, por nombrar algunos.
Pero el petróleo se va a acabar, y muy pronto. Puede que se descubran otros yacimientos, pero es sólo una postergación de algo inevitable. Más aún si como indican las proyecciones, las demandas de energía son cada vez mayores, y los países se encuentran en dificultad para satisfacerla.
Y el auto? El auto como lo conocemos hoy también va a pasar a la historia. Es algo inevitable. Tal vez en el futuro no muy lejano se inventen nuevos tipos de autos, que funcionen con energía más limpia. Eso ya sería un avance. Pero dejaría sin solución un problema que afecta a muchas ciudades del mundo: ya no hay donde meter más autos de uso personal.
Roma es una ciudad bella, todos lo saben. Pero basta con salir del Foro Romano para encontrarse con calles atochadas de vehículos personales, y los autos estacionados construyen una fila perenne a lo largo de las veredas. Autos en doble fila, autos interrumpiendo el paso de peatones, autos por todas partes. Roma es un caso extremo. Pero es un vistazo a un futuro que nos espera en pocos años más, considerando que (crisis económica superada) más y más personas tendrán acceso a comprarse un auto de uso personal.
El auto tiene sus días contados. No es viable su crecimiento como bien de consumo en nuestras sociedades industrializadas y masificadas.
Entonces, si el destino está ya tan marcado, por qué no acelerar su desaparición?
Propongo el siguiente plan de acción:
1. No renovar nuestros autos. Cuando el auto de uso personal esté viejo, entregarlo a la chatarra y no comprar otro.
2. Convencer a todos nuestros amigos de lo anterior.
3. Iniciar una campaña internacional para que los gobiernos inviertan en sistemas de transporte público bueno, barato y eficiente. Sobretodo en trenes subterráneos, que son silenciosos y no afectan el espacio público en la superficie.
4. Construir más ciclovías y establecer incentivos estatales a la compra de bicicletas.
5. Obligar a los supermercados a tener servicios de envío a domicilio de las mercaderías. Algunos camiones de supermercados por las calles serían sólo un mal necesario (recordar que se trata de eliminar los autos de uso personal, no los de beneficio colectivo).
Yo invito a todos a sumarse a esta campaña.
Estoy seguro que nos hará más limpios, más saludables. Y más humanos.
Monday, November 02, 2009
Dolor en el parque
Me vestí abrigado pensando en salir a caminar un poco por las calles de Amsterdam. De acuerdo a lo que había leido, es recomendable moverse luego de terminada una maratón, de tal forma que no sea tan brutal la diferencia entre el esfuerzo físico y el reposo.
Sin embargo, estaba brutalmente cansado. No en vano había corrido 42 km, una distancia que cabe expresar en cuatro caracteres, pero cuyas reales dimensiones desafían la imaginación de quien no lo ha hecho a pie, o corriendo.
Hasta la fecha yo había corrido sólo medias maratones. Una distancia (21km) que se me hacía larga, pero no imposible. Si el día está despejado y hay una buena temperatura, se puede considerar incluso un paseo agradable que tiene un inicio, un parte media y un final esforzado para conseguir un buen tiempo.
La maratón en cambio es otro cuento. No es el equivalente a dos medias maratones. Es más bien como una novela de 800 páginas con muchas historias dentro de la gran narración. Yo, como corredor aficionado, no puedo decir que la maratón que yo hice haya tenido un inicio, un desarrollo intermedio y un final.
En la habitación del hotel, tendido en la cama y vestido con ropas abrigadas para salir, pero ya entregándome a un sueño obligado, sentía como me caían en la memoria momentos del recorrido, sobre todo en los últimos 10km, cuando sentí que las piernas se negaban a seguir adelante.
Pensé también en el momento en que crucé el punto intermedio, y me di cuenta que cada paso que daba a partir de ese punto era un nuevo "record de distancia", una extensión que nunca antes había hecho en mi vida.
Hasta ese punto esta maratón fue como muchas otras carreras que he hecho. Los primeros kms me sentí bastante bien, e incluso consideré la posibilidad de hacer un tiempo más que aceptable, por debajo de las cuatro horas. En algún momento en torno al kilómetro 15 me encontré con los "conejos" de las cuatro horas, o sea, atletas que llevan globos que dicen "4:00" y que son los líderes del grupo de corredores que van por esa meta. Ellos me pasaron, con lo que deduzco que mi primer error fue partir demasiado rápido. Traté de seguirlos, pero en el km 18 me di cuenta de que mis fuerzas no me lo permitían, y que si empujaba demasiado para mantener el ritmo no terminaría la maratón.
A ese punto el recorrido nos sacó del centro de Amsterdam y nos llevó a un lugar bellísimo por las orillas del rio Amstel. Creo que fue el escenario más agradable de toda la carrera. Todo estaba ahí: el molino de viento (hecho rigurosamente de madera, lo que le daba además un aspecto de reliquia histórica), los tulipanes, los patos nadando en el río, las colinas suaves y ondulantes de un verde otoñal.
Al aproximarme a la mitad de la carrera, y con los conejos de las 4 horas ya fuera de mi rango de vista, comenzaron definitivamente las incomodidades musculares.
Recuerdo que en el liceo las pruebas de resistencia no superaban la media hora, y que aún considerando que a los 17 años uno debiera estar predispuesto a superar con éxito este tipo de pruebas, yo no tenía la condición física suficiente. En el kilómetro 23, imbuido en este tipo de pensamientos, me pregunté si lo que estaba haciendo ahora, cuando tengo más del doble de esa edad liceana, no sería una locura de la que tendría la oportunidad de arrepentirme.
"Yo soy un aficionado a correr, y nunca he pretendido ser más que eso", me respondía mientras miraba el reloj y veía que el cronómetro corría inclemente, también marcando tiempos a los que él nunca antes había llegado. Seguramente Abebe Bikila le daría una gran depresión si estuviera corriendo tan lento como yo, pero yo no soy él ni tampoco hago esto por ganarme la vida, sino como diversión. Pasarlo bien también es parte de la satisfacción, no sólo romperme las piernas para llegar a la meta con un tiempo decente.
En el kilómetro 30 recordé cuando había comenzado a correr con regularidad, en las frías calles de Wellington, hace diez años. En ese tiempo mi circuito era de sólo 3 kilómetros, que (admito) terminaba con dificultad. Desconocía todo sobre zapatillas de corredor o de técnicas de respiración. Volví a Santiago y corrí por Ñuñoa asiduamente, un recorrido de 5km seguido de una hora de gimnasio. Es tal vez la única vez en mi vida que realmente he entrenado bien, mezclando resistencia y potenciamiento muscular. Recordé que interrumpí esa preparación luego de llegado a Italia.
Y lo recordé con dolor. Un dolor que comenzaba en la cintura y se extendía como una cascada de espinas por las caderas y las piernas. Llegué al kilómetro 32 a la parte menos turística del recorrido por Amsterdam. Un sector industrial de avenidas anchas, ausente de grupos de apoyo que dieran ánimo a los solitarios corredores. Y donde todo lo que se escucha son los pasos de los otros atletas. Las zapatillas de cientos de personas sobre el asfalto, cada uno en su propio empeño. Y sus quejidos de esfuerzo.
Decidí no hacerme el valiente y pare varias veces a elongar. Debo haber tenido una expresión de mucho dolor, porque en una de esas un tipo que iba pasando me preguntó en inglés si estaba bien, y después me ofreció una galleta de un paquete del que él estaba comiendo. Decliné la oferta de galletas, y me puse de nuevo en marcha.
Hasta ese momento había reinado un clima agradable, con bastante sol y con temperaturas ideales para correr, en torno a los 15°. Sin embargo, cuando mi cansado cronómetro marcaba más de tres horas y media, y con aún diez kilómetros por delante, el cielo comenzó a nublarse y la temperatura comenzó a caer.
Tendido en la cama del hotel, y ya recuperando el calor que me invitaba a abandonarme al sueño, recordé los últimos kilómetros. Mucho se habla de la "muralla" de los 30 km, como un límite que algunos no pueden superar. Como si la condición humana no permitiera ir más allá, y sólo un entrenamiento constante pudiera superar esa pared que nos impone nuestra naturaleza.
Para mi en cambio fue más bien como una lenta agonía, que fue haciéndose más lenta a medida que me aproximada a la meta en el estadio olímpico de Amsterdam. Los últimos kilómetros son una prueba de orgullo, fortaleza y capacidad de seguir adelante. En el kilómetro 38 se entra en una zona bellísima, en el VondelPark, que es un parque tan bien cuidado que es realmente un lugar ideal para correr. Pero yo estaba a punto de caer de cansancio, las piernas no me respondían y tenía que parar cada 800 metros para elongar. Ya ni siquiera traspiraba. Estaba como detenido en el tiempo, como luchando contra una corriente en un río que me empujaba hacia atrás todo el tiempo. Esa fue mi "muralla". En un momento sentí el miedo de no ser capaz de terminar la maratón. Pero el miedo se disipó rápidamente cuando pensé que sólo me quedaban algunos kilómetros, y sobre todo pensando en todo lo que ya había corrido, que después de 38 kms no podía abandonar.
Empujé a través del parque con lo poco que me quedaba de elasticidad muscular. Las piernas no me permitían dar grandes zancadas, así que avancé a un paso lentísimo hasta salir del parque y enfrentar los últimos 1500 metros. Ya era un terreno conocido. Podía adivinar dónde estaba el estadio y me di cuenta de que ya quedaba muy poco, y amaneció en mi la seguridad de que iba a terminar la maratón, de que había un fin a esta agonía.
Miré el reloj. Marcaba cuatro horas y treinta y cinco minutos. Me propuse terminar con cierta dignidad y cruzar la meta corriendo, aunque fuera a un paso lento, casi como una caminata rápida. Lento, muy lento. Luego mirando la excelente información que proporciona la organización de la Maratón, pude ver que esos últimos pasos los hice en el tiempo más lento en que he corrido jamás: 18 minutos para dos kilómetros.
En ese momento no me importó ni me di cuenta. Porque realmente iba lo más rápido que podía, y porque no me quedaban más fuerzas para dejar en el asfalto que pisaba. Un pie delante del otro. Y así sucesivamente.
De pronto, el estadio apareció frente a mi. Entré con ese ritmo lento pero constante, y corrí los últimos 200 metros con un gran dolor que me apretaba la cintura y las piernas.
Crucé la meta luego de cuatro horas y cuarenta y seis minutos de esfuerzo, con un cansancio profundo que finalmente desahogué con los brazos arriba, y con ganas de llorar de la emoción de haber hecho lo que hice, correr una maratón, una distancia absurda, con murallas sicológicas que hacen a muchos abandonar la carrera, de un temor genético a ir más allá de las propias capacidades. Mentiría di dijera que nunca tuve miedo. Porque lo tuve. Sin embargo, yo estuve ahí, traté de hacerlo y bien o mal, lento o rápido, lo hice.
Con ese nudo en la garganta, y rindiéndome finalmente al cansancio dulce, me quedé dormido.
Friday, August 21, 2009
Mi vida como escritor
Yo por ejemplo no lo soy. Soy el no-escritor que escribe este blog. Soy el no-escritor que escribe informes. Soy el no-escritor que escribe canciones y algunas veces poemas. Y cuando pienso en qué me falta para sentir que soy un escritor, me doy cuenta que la respuesta es relativamente sencilla: no soy escritor porque no defino mi vida en torno a la actividad de escribir. Mi bien admirado Roberto Bolaño hizo muchas cosas en su vida. Pero poca duda cabe de que hasta en sus actividades más excéntricas y humillantes, nunca dejó de pensar que el centro de su vida era la literatura, la poesía en un comienzo y la novela después, pero el enfrentamiento con la hoja en blanco era el ring en donde siempre se batió a duelo con su posteridad, el esgrima de su legado que hoy podemos leer y releer con regocijo.
Pero yo no. Yo soy un no-escritor de recreo, de lecturas de autobus y de cortejos efímeros con historias que nunca llegan a llenar páginas, o que si llegan a plasmarse en tinta y celulosa, lo hacen en papeles sueltos, que se pierden en el tiempo, en las mudanzas, coladas en la basura o material para anotar un número de teléfono de alguien a quien ya olvidé. Nada se ha perdido verdaderamente. Porque si hubiera llevado una idea a buen fin, con la palabra FIN en el fin, estoy seguro que lo habría guardado en un lugar fresco y seco, cobijado de los accidentes de la vida de todos los días y se lo habría enseñado a alguien especial en un momento en que quisiera abrirme y mostrar mi mejor perfil, una gracia oculta en la superficie.
Y a pesar de todo, en el fondo lamento no poder recuperar, esas obras incompletas, que son fogonazos de lo que pude hacer con un poco más de tenacidad y dedicación. De alguna forma esa vida paralela que nunca fue me ha acompañado toda la vida, como una sombra que nunca se materializa, como la "negra espalda del tiempo", que no es ni será nunca, pero que siempre está en el borde de lo que podría haber sido. Ese yo que no soy yo debe aceptar que los retazos de escritura que he producido en mi vida se han perdido para siempre.
Porque en el fondo creo que me habría gustado ser escritor. Vivir de historias inventadas, escritas a las 10am con un café y sin otro requisito que quedar conforme con uno mismo. Las historias están por todas partes, y sería cosa de salir a atraparlas y almacenarlas como una estantería de cosas bellamente inútiles.
Y algún intento hice, aunque en el momento no me daba cuenta de que se trataba de algo que, de haber persistido como oficio y no sólo como pasatiempo, podría haber marcado el camino hacia un oficio, hacia una forma de ganarse la vida, hacia una forma de vida tan distinta a la que finalmente tengo. Recuerdo que cuando tenía once o doce años escribí una historia que trataba de imitar las novelas de aventura que entonces podría haber leído. Un amigo, de quien tengo un vaguísimo recuerdo, me seguía los talones y escribía su propia historia de aventuras. También es muy posible que yo lo hubiera imitado a él, y no al revés como preferiría mi ego. Mi historia era sobre un hombre común y corriente que viajaba en tren, peleaba, y se movía de un lado a otro siguiendo las joyas de una corona, muy al estilo de los tres mosqueteros, cuya existencia yo conocía a través de los cómics que había en mi casa. La historia como resultado era un ramillete de ideas y lugares comunes que no hacían sino hacer mi debut literario como un esfuerzo que más bien valía la pena olvidar, y menos mal que así fue, ya que las cuartillas se perdieron para siempre luego de todos estos años.
Luego con el tiempo tuve muchos otros intentos por colarme a la mala entre los escritores que merecían ser tomados por tales. Mi falta de claridad en las historias y mi abusivo uso de los adjetivos unido a mi admiración por los paisajes y la belleza de la naturaleza, me empujaron constantemente hacia la prosa poética, donde dije muchas cosas y nada al mismo tiempo. mis ideas se hicieron un poco más elaboradas, y pensé que tenía entre manos una historia buena para escribir. Incluso ideé algunas historias que podrían eventualmente haberse transformado en cuentos. Se quedaron (qué sorpresa!) en la caja de lo no realizado, y que como idea no ha desaparecido, pero que por su estrecha unión con un tiempo de mi vida del cual no queda nada, las condena a seguir siendo eso, ideas que no tuvieron desarrollo y que han quedado condenadas como un zancudos prehistóricos en el ámbar del tiempo.
De esas ideas recuerdo pocas. Pero una sí la recuerdo. Creo que no escribí más de una página, luego de lo cual caí de bruces con las zancadillas de los lugares comunes (los matones de siempre de mi barrio literario), y me retiré humilládo del cuadrilátero de papel con la autoestima astillada como la punta de mi lápiz bic.
Resumirla aquí es trivial, pero sirve de ilustración: Se trataba de una escritora que tipeaba todas las noches sus escritos (probablemente historias, no me acuerdo tan bien), y se quedaba hasta tardísimo en esta dedicación. En la habitación contigua vivía un tipo que escuchaba el tictac sin fin de la máquina de escribir, llevándolo hasta la locura. En algún momento de delirio el hombre del lado cree poder entender lo que escribe la ruidosa vecina, sólo por el sonido de los tipos contra el rodillo. Y lo que hasta entonces era una molestia se transforma para él en una especie de radioteatro de lo insólito. Entretanto, la escritora de los tipeos parlanchines vive en una pensión con un hato de abuelitas que lloran cada noche la telenovela de turno, aceptando sin mayor exigencia la truculenta trama. La escritora las desprecia en parte, pero acepta ser testigo de esta costumbre de todas las noches después de la cena. El final de la historia se me escapa ahora, pero tenía algo que ver con una conversación entre la escritora y el vecino (con palabras moduladas con el aparato buco-faríngeo esta vez y no en el idioma de las máquinas de escribir, qué absurdo!), en que ella salía muy complicada y hasta herida de los comentarios de su único (por qué único?) lector-auditor, y simplemente se unía triste al grupo de ancianas que lloraban la teleserie. La historia es extraña y llena de vacíos, pero esto es una reconstrucción de muchos años después.
Para qué negar que la sombra de lo que no he sido, este estado de escritor que nadie me pide que sea, me sigue fiel en todo momento, como una cuerda atada a un pie, y que arrastro inexorablemente, aunque reniege tres y mil veces de ella. Y que me llama y me pide atención como los cordones desechos de un zapato.
Admiro a los boxeadores que practican sus gestos púgiles con su sombra. En la rapidez de sus upper-cuts y de sus jabs, logran adelantarse a ella y transitar de un mundo a otro, a interactuar con la sombra, con el dios de lo que no ha sido y que nunca será. Yo quisiera ser como ellos, y satisfacer el acoso que esta sombra me impone desde tantos años y que no me abandonoa, y que pueden pasar años, pero siempre vuelve como un gato que de alguna forma siempre encuentra el camino a casa, y que en su cara felina inexpresiva caben todas las expresiones, como un espejo donde uno se refleja, y donde lo que se ve no es lo que se es sino lo que se podría ser, la maravilla de transformar una historia en algo vivo, una página en blanco en un corazón palpitante, una sombra antigua en una luz que ilumine un camino nuevo de mi propia vida.