Y bien, a lo prometido...
El viaje a Estados Unidos fue una invitación del gobierno norteamericano, un programa de conferencias sobre políticas antiterroristas que incluía sesiones en Washington, Oklahoma, Texas y NYC, junto a un grupo de 18 personas de todas partes del mundo. Vi muchísimas cosas muy interesantes, tanto desde el punto de vista de los contenidos de las ponencias como en lo que se refiere a la sociedad norteamericana. Pude apreciar la realidad de las grandes ciudades y los centros de poder (Washington - NYC), así como ciudades importantes pero con un gran sentido localista (Dallas) y un poco de lo que llaman "little town America" (El Paso - Oklahoma), aunque ninguna de las dos es realmente "little".
Tal vez aquí debería aclarar que todos estos comentarios no pretenden ser apreciaciones ni remotamente objetivas, sino simplemente impresiones que son tan parciales como honestas, como un viajero ingenuo en tierras desconocidas. De hecho es sólo la tercera vez que he estado en USA, y es lejos la más larga de ellas.
Lo primero que debería decir es que Estados Unidos no es un país. Al menos como nosotros los latinoamericanos lo entendemos. Si puedo resumir lo que percibir, diría que USA es un montón de localismos unidos por una ideología. Esa ideología es la que todos conocemos: el país libre de los padres fundadores, de la igualdad y de la conciencia (o artículo de fe) de que EEUU es un oasis de paz y estabilidad en el medio de un mundo donde campea la corrupción, la inestabilidad y la falta de democracia y libertad.
Una de las sesiones consistió en una reunión en Dallas con un periodista de actualidad. Yo estaba preparado para preguntarle su opinión acerca de la realidad de Estados Unidos, las políticas impulsadas desde Washington, el papel de la administración Bush en el huracán Katrina, etc., etc. A todas mis preguntas, el periodista me respondía con una mirada un poco extrañada, aclarándome que "esos son asuntos federales", o sea, que todo lo que no fuera su realidad local era excéntrico a su interés. Al comentar esta reacción a amigos locales, se me recordó de inmediato el viejo dicho norteamericano que reza "All politics are at the end local politics".
Esto es tal vez muy extraño para un chileno como yo que viene de un país absolutamente centralizado y donde los temas nacionales son siempre primera plana. En cualquier caso, encuentro fascinante que la potencia que domina el escenario mundial tenga un nivel tan alto de localismo. En 1823 el Presidente Monroe ya adelantó la doctrina que lleva su nombre: "América para los Americanos", que traducida al día de hoy equivale a decir que la realidad social y política de los Estados Unidos es suficiente para mantener ocupadas las mentes de sus habitantes (excepto para minorías ilustradas o curiosas), y que lo que provenga de fuera cae en una categoría informe de "lo extranjero", que en el caso de EEUU es más grave porque existe la conciencia de que cualquier cosa que no sea local es menos desarrollada, más pobre, menos relevante.
En El Paso, una ciudad de tamaño medio, hay una mezcla feroz de la cultura americana - europea con lo mexicano. Coexiste una población enorme de mexicanos con lo más tradicional de EEUU. Nuestro grupo fue invitado por una organización que se dedica a recibir a visitantes oficiales como nosotros, una cena informal con comida casera, algo tex-mex, con gente muy agradable. Lo que es interesante es que a pesar de que es una comunidad en que los bicultural ha convivido por muchas décadas, aún hay una forma de relacionarse y de percibirse como "ellos" y "nosotros". Lo mexicano y lo anglosajón es aún claramente distinguible, uno de otro.
Lo segundo que me llamó la atención es lo incorporado que está en la sociedad el estilo de vida conservador. Las familias viven una vida marcada por la vida comunitaria, donde los individuos no son separables de sus entornos y donde la religión (cualquiera sea la iglesia) tiene una presencia muy importante. Tengo la impresión de que esta forma de ser no tiene tanto que ver con las preferencias políticas como en otros países como Chile, donde aquellos de pensamiento político más liberal son en general más alejados de la iglesia y de normas más tradicionales de relacionamiento social.
Al final del viaje, no puedo realmente decir si las personas que conocí son realmente representativas de la sociedad norteamericana en su conjunto. Ciertamente Nueva York, con su estilo de vida cosmopolita, liberal y abierto, no lo es. En cualquier caso, estas son mis primeras impresiones, y al momento de dejar Estados Unidos entiendo un poco más la tragedia de una super potencia que tiene intereses globales pero que es incapaz de entender el mundo, no por una ausencia de voluntad, sino que debido a que ve todo a través del cristal de su propio localismo y convenciones sociales, que consciente o inconscientemente considera superiores a las realidades de otros países. Un general del ejército norteamericano nos dio una charla sobre la política de EEUU en Irak y métodos de prevención del terrorismo. Nos mostró unas fotos de niños palestinos con explosivo en sus cinturones. Su comentario consistió en decir que a él no le gustaría que sus hijos volvieran así del colegio. Quise intervenir, pero no lo hice. Quería decir que no basta con horrorizarse con tan terribles realidades. Que es necesario entender desde la propia realidad de la resistencia palestina por qué ocurre algo tan triste, que no sirve de nada preguntarse por qué los padres de esos niños no reaccionan como lo haría un padre norteamericano promedio, tradicional en su pensamiento y cercano a la iglesia. No hablé porque sentí que no me entendería.
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