Friday, September 08, 2006

De nuevo la pastillita?

Un amigo mio me comentaba sobre las irregularidades que se producen en los procesos de adopción internacional. Según él, hay instituciones, generalmente vinculadas a la iglesia católica, que cobran cifras altísimas por el trámite, y que se enriquecen a costa de la ilusión de las parejas que no pueden concebir, y a costa de la felicidad y seguridad de los niños. Mi amigo llevaba el argumento a un extremo, diciendo que, dado que la existencia de niños abandonados alimenta el lucrativo negocio de las adopciones internacionales, sus posturas en contra del aborto y de los métodos anticonceptivos tendrían una motivación económica más que moral.

Probablemente esto es un poco exagerado, tiendo a desconfiar de las tesis tan rebuzcadas o donde hay una conspiración masiva y espectacular. Todo el discurso de los curas en contra del aborto sólo para cobrar más por las adopciones? es un poco inverosímil para mi gusto.

Sin embargo, debo reconocer que me hizo pensar en esa vieja linea de razonamiento en que uno se preguntaba qué lugar le cabría a la iglesia católica en un mundo sin pobreza, sin enfermedades, sin ignorancia. Tendrían la misma utilidad los curas en la población, cuando ésta sea educada y próspera? cuando ya no haya niños abandonados, cuando los viejos tengan un trato digno, cuando se acabe la pobreza y la marginalidad?

Tal vez sirva un par de ejemplos de países desarrollados que en buena parte han superado estos problemas: pienso en Nueva Zelandia, donde desde un comienzo la naturaleza exuberante y la mentalidad trabajadora de los colonos les imprimió una vida esforzada de trabajo y sacrificios, pero no de hambre o marginalidad. Una sociedad abierta, donde hay libertad de pensamiento y donde no hay pobreza o indigencia, y que tiene una bajísima presencia de las iglesias como actores relevantes de la vida nacional. En un país así asisten a misa sólo aquellos que por opción personal, buscan los ritos y cultos, de rezos y ostias. Los curas se limitan a dar su opinión sobre temas morales dentro de las iglesias. Sus opiniones no pasan la puerta del templo.
Y en Chile? La iglesia por un mandato que le da el peso de la noche, levanta su voz en múltiples debates, donde lo que importa es la voluntad popular por una parte, pero también el bienestar material de la población, sin más miramientos que los principios de igualdad, justicia social y democracia. Para emplear un lenguaje bíblico, se sienta a la mesa de una casa donde no ha sido invitada.
El tema de la píldora del día después me despierta todas mis aprehensiones anticlericales, donde con tal de salvar el principio teológico de que la vida y la concepción no deben ser obstruidas por obra humana, se impide que las jóvenes del país tengan acceso a soluciones efectivas (o que al menos ayudan) a problemas tan graves como el embarazo adolescente y los niños no deseados.
Es de todos sabido que este problema es muchísimo más grave entre los segmentos más pobres de la población. Aquí el hacinamiento, la falta de privacidad y las condiciones de vida más precarias contribuyen a un inicio temprano de la actividad sexual. Y por supuesto, como la introducción de métodos de control como el preservativo está aún lejos de tener un uso masivo, los embarazos de menores de edad es pan de todos los días.
Ciertamente esta es la mejor receta para perpetuar la pobreza y la marginalidad. Los hijos nacidos en hogares de bajos ingresos probablemente tendrán una infancia triste, con una escolaridad siempre escasa, de mala calidad y siempre en peligro de terminar incompleta. Esto sin mencionar la alimentación insuficiente y las penurias propias de la escasez de medios.
Una feligresía pobre e ignorante es el mercado perfecto para la iglesia católica. Con menos educación tienen menos capacidad crítica y menos tiempo para cuestionar sus preceptos dogmáticos. Una población apremiada por las injusticias de la sociedad es mucho más propensa a apoyarse en una institución que le promete una vida mejor después, en el más allá. Que el sufrimiento en este mundo será compensado por la gloria de vivir en el cielo. Que Dios sabe mejor que nadie que somos buenos y que tenemos que poner la otra mejilla, sin importar de dónde venga la bofetada, o si ésta es merecida o no.
Mi amigo hubiera dicho que la oposición a la pastilla del día después se explica en el fondo por el interés de la iglesia católica de perpetuar la marginalidad, de asegurarse una feligresía tan ignorante y pobre como fiel y sumisa.
Yo no estoy de acuerdo. Es cierto que las opiniones que hemos escuchado estos días de parte de la jerarquía eclesiástica son como siempre un lastre en el desarrollo social de Chile. Yo no creo, sin embargo en una teoría del complot. Simplemente creo que en pos de defender el dogma, de proteger el discurso papal y de conservar su poder social, todas las consecuencias de sus palabras, es decir, más pobreza, más ignorancia, más marginalidad, simplemente, NO LES IMPORTA.
Bienaventurados los pobres de espíritu? los que tienen hambre y sed de justicia?....

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