En una de mis conversaciones de pasillo hoy conversé con mi amigo Tatán quien me contó sobre sus trámites para obtener un certificado de su nacionalidad. El funcionario de turno le dijo que no podría procesar su petición a menos que presentara un documento específico que según él era único y que de no existir no podía hacer nada. Ante tan categórica respuesta, Tatán le objetó que si ese documento se perdía (como era el caso), los certificados no se podrían expedir, nunca, lo cual por cierto es un contrasentido. El funcionario, un poco confundido, tuvo que echar pie atrás y reconocer que en realidad, él desconocía cómo realizar el trámite en ese escenario.
No era mucho más fácil decir que simplemente no sabía? Eso me ha llevado a pensar que en este caso, como en muchos otros, la ignorancia es considerada por muchas personas como un defecto que nos muestra vulnerables, y débiles ante otras personas, pensando que serán juzgados por ello.
Esto se da a todo nivel. Me gustaría escuchar a alguna autoridad diciendo ante inquisitivos periodistas: no sé, he estado preocupado de muchos asuntos de primera importancia y eso que me pregunta no lo puedo contestar. En vez de eso, todos tienen opinión sobre todo.
En los documentos que emite el gobierno se huele esa soberbia que emana de no ser capaz de reconocer la ignorancia ante algunas cosas, de no reconocer que la realidad es infinita en sus matices y que no sólo es imposible saberlo todo, sino que además es algo natural y normal. Tiendo a pensar que las personas de carácter más débil tienen la tendencia a desconocer esto a medida que capturan algo de poder público. Es mejor simular conocimiento antes que admitir ignorancia y confiar en que las propias capacidades personales le permitirán reaccionar de buena manera ante un tema emergente.
Por lo tanto aventuro una teoría: la capacidad de reconocer ignorancia es proporcional al poder público de la persona, e inversamente proporcional a sus capacidades reales de adaptarse a nuevos temas.
Pero esto es una práctica aceptada: el público se siente inseguro si una autoridad (o alguien con un mínimo poder público, como el funcionario que atendió a mi amigo) reconoce que no sabe cómo responder ante una demanda. La responsabilidad por no ser sincero, entonces es compartida, y es por lo tanto un síntoma de una sociedad que no acepta errores, que no es capaz de admitir que el mundo es un lugar complejo y lleno de matices que no permiten tener siempre una respuesta satisfactoria a flor de labios.
Si todos nos pusiéramos de acuerdo en reconocer los límites de nuestros conocimientos, si tuviéramos la socrática actitud de reconocer hidalgamente que nos interesa saber más pero que es una batalla perdida saberlo todo, esta sociedad sería mucho más sana. Además habría un reconocimiento público de que el conocimiento es algo que se busca, que no se posee simplemente por arte de magia al transformarnos en autoridad, y que somos personas tan responsables que debemos mantenernos honestos con nosotros mismos, y apoyarnos en los que saben para hacer mejor nuestro trabajo.
Y sueño con ese mundo. En mi sueño, un periodista se acerca y pregunta al Ministro de las Respuestas:
- Señor Ministro, cómo se soluciona el problema de la concentración de poder en Chile?
- No sé, es algo urgente, pero la realidad ha demostrado que hay que trabajar por muchos años, y no se puede superar en un periodo de gobierno tan corto.
- Señor Ministro, cuál es el modelo de sociedad que el gobierno está ayudando a construir con sus políticas públicas?
- No sé, la sociedad es una realidad tan compleja que el gobierno puede dar directivas, pero la historia del país es una fuerza tan potente que tiene una dinámica que hasta el día de hoy nadie ha sido capaz de describir a cabalidad.
- Señor Ministro, por qué Chile es un país con altas tasas de depresión y qué se puede hacer para superarlo?
- No sé, es un misterio. Todo lo que hay son teorías.
- Señor Ministro, cómo se puede superar la diferencia entre ricos y pobres en Chile?
- No sé. Me remito a mi respuesta sobre la concentración de poder.
- Señor Ministro, por qué siendo Chile un país con una naturaleza increible, no tenemos una preocupación especial por cuidar el medio ambiente?
- No sé. También es un tema central para el país, y no podemos seguir ocultándolo. Hacemos más difusión sobre la importancia del medio ambiente, pero dudo que alguien pueda dar una explicación satisfactoria sobre nuestra contradictoria relación con nuestro entorno natural.
En mi sueño, yo voto por él, emocionado.
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